miércoles, 25 de julio de 2012

Un final alternativo al cuento "mi vecino Andreé"

Después de lo sucedido con mi esposo, mi hija me visitaba con menos frecuencia, cuando lo hacía, su mirada era de desconcierto, nuestras conversaciones eran cortas y el ambiente se torno incomodo, prefería estar sola, perder mi consciencia en la cortina que separaba mi locura, escuchar el constante sonar de las maquinas que conservaban con vida a Andreé.

Los doctores no paraban de decir que estaba sanando, algo lento claro pero que no me desesperará, que en poco tiempo podría salir de aquí como nueva ¿Nueva? Viviría con medicamentos, mi calidad de vida no sería el optimo, por salvarme la vida me volvieron esclava. Me quitaron todo, me quité todo, la relación con mi hija no será la misma, se desmantelo mi hipócrita unión con mi esposo, descubrí a quien realmente le preocupo y la percepción sobre mi, sobre lo que quiero y lo que he logrado me ha llevado a una de mis más grandes decepciones  y depresiones. Sí, saldré como nueva, nunca dijeron que saldría mejor de lo que entre.

Entre mi tristeza y desesperación, comencé a hablarle a la cortina, la soledad es grande ante situaciones extremas y me conforme con el consuelo de oídos ensordecidos por la enfermedad. Libere todo lo que pude, hasta quedar sin palabras, al terminar sólo encontré la respuesta de una respiración artificial. Ya era de noche.

Quite la delgada sábana, que acobijaba mi cuerpo, arranque la bata blanca; mi única ropa, acaricie mis piernas, saboree los vellos que crecieron libres y salvajes, palpe con cuidado la gran herida de mi abdomen, sentí cada puntada, cada costra, cada hendidura, sostuve mis pechos caídos por el tiempo, recordando la firmeza olvidada y mis manos con tristeza los soltaron para volver a mis pernas, las acaricie hasta calentarlas, hasta moverlas. Con movimientos lentos logre sentarme y después de un rato estaba de pie en la ventana, dándole la espalda a la cortina que ocultaba mi locura,  la luz tenue de afuera sedujo a mi cuerpo maltrecho, respire hondo y al mismo tiempo gire mi cuerpo y camine.

A cada paso, mi cuerpo se sentía más ligero, a cada paso veía caer mi pasado, ningún error o acierto me acompañaban, al acercarme a la cortina que ocultaba mi locura, un espasmo eléctrico paralizo mi andar, un miedo conocido se transformo en vergüenza, sentí la desnudez de mi alma, baje mi cabeza  y alargue mis brazos y jale con los ojos cerrados y los parpados apretados.

Jale hasta quedarme sin cortina, los parpados explotaron y mis ojos se tardaron en acostumbrar a la luz. Vi sus ojos, unos ojos cristalinos, con expresión inquieta, los vi mirarme, los vi moverse de arriba abajo, los vi y me vi, vi mi cuerpo agónico, una silueta gastada, vi en esos ojos cristalinos la peor imagen, la verdadera. 

Apreté de nuevo mis papados y caí al suelo, un gemido salió de mi garganta y lagrimas quemaron mi rostro. 

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