miércoles, 24 de octubre de 2012

Jorch en metro constitución (fragmento)

Despierto, a medias. Me duele el cuerpo y mi aliento apesta... afuera los pájaros cantan y los coches pasan sin percatarse de mi monumental cruda. Despertó mi mente, a medias, mi cuerpo muy al contrario se niega, se niega a los achaques que el alcohol, el cigarro y demás drogas le causaron, se niega a respetarme pues seguramente la dignidad quedo inconsciente desde el primer sorbo, del primer baile, la primera ida al baño, las primeras conversaciones, lo primeros besos y la primera fumada de ayer.

Un poco más allá distingo una cabeza, Jorge al que todos llaman "Jorch" se mueve sobre las cobijas, luchando para no despertar. No sé que hora es y por el momento prefiero no preocuparme por eso, sube el dueño de la casa, diciendo que esta listo el desayuno, Jorch despierta, sus ojos hinchados,  inyectados en sangre es mi reflejo: ¿Tan mal me veo? Para nuestro triste destino los huevos están crudos, fríos y sinsabor, Jorch aguanta el asco y hace a un lado el plato, yo, con esa hambre apenas descubierta me atraganto para no saborearlo. 

Un pequeño televisor sintoniza a papá soltero en el canal 9, los tres semi acostados en un sillón lo vemos sin ganas aunque intrigados nos cuestionamos la popularidad ochentera de aquella serie mexicana. Después de tres capítulos hago la pregunta incomoda ¿Qué hora es? El dueño de la casa responde: las dos quince, salto del sillón, buscando mi celular, no era cierto... ya eran las dos treinta y cinco. Nos despedimos con prisas y sin risas.

Jorch y yo, ya afuera del acorazado (así le llamaban a la casa) nos damos cuenta que no tenemos ni un peso para regresar a nuestras casas,  nos dirigimos al metro constitución con cierta esperanza de que algún poli bondadoso deje pasar a dos jóvenes empobrecidos por la fiesta, obviamente el hombre se limita a vernos con burlesco poder, dándonos una contundente negativa, en el paradero abajo del metro, vislumbramos nuestras posibilidades: 
  1. Caminar hasta mi casa y prestarle varo a Jorch, la cual fue descartada de inmediato no sin antes hacer ciertas burlas a nuestra pésima condición física.
  2. Pedir a los transeúntes varo hasta alcanzar los tan anhelados seis pesos ( cuando dije que no teníamos dinero, hablaba muy enserio) esta propuesta gustó, pero yo no me atreví, ante el ilógico honor de mujer clase mediera hipócrita.
  3. Ir a casa de Marlen, amiga en común, sería caminar al menos veinte minutos de ida, sin la garantía de encontrarla en casa pero ahí podríamos lavarnos y desayunar algo más decente.
Iniciamos la marcha, no muy seguros de tomar el rumbo correcto, intentando recordar la dirección y maldiciendo el no tener crédito en alguno de los dos celulares. Durante el transcurso hablamos de banalidades y de lo podrida que estuvo la peda el día de ayer, rememorando y comparando otras noches de excesos y desvelos, calculando la tarea que nos absorbía (aunque no la hiciéramos) hablamos de las ofertas en el superama de alcohol y de nuestros odios en común. Ya algo más cerca, dije bromeando que nuestra situación era tan absurda que debería ser escrita, afirmamos y reímos sin muchas ganas ante lo real de esa idea...

-¿Sabes entre que calles está Lú?
-No, pero creo que ya estamos cerca ¿Por qué todas las casas están pintadas igual? Maldita sea

¡Llegamos! Después de algunas vueltas y confusiones, el gran zaguán negro nos paralizó por unos minutos, esperando que Mar estuviera en casa, además de imaginar la situación incomodamente chistosa que se presentaba, al final tocamos la puerta, cruzando los dedos....

viernes, 5 de octubre de 2012

Sin Nombre

-El miedo a la soledad y el miedo al dolor son lo que realmente mueve a las personas, el sexo y la política son sólo sus consecuencias, desvían la atención y nos dejan a medio soñar.- Germán echo nicotina tras gesticular su discurso.

-Has repetido eso palabra por palabra, cada noche y día desde que conocí tu desnudez, no has pensado que tal vez me quitas el ánimo de follarte de nuevo, si es eso, felicidades... lo estas logrando.-

Los dos cuerpos enmarañados en sábanas húmedas, una boca fumando, la otra bebiendo una cerveza, los ojos evitan encontrarse.

-Tú no podrías dejar de follarme.- Dijo Germán sonriendo.

-Tranquilo guapo, no tienes que temer, estamos igual de solos, el miedo nos mueve y nos une, desvía tu atención en unos días y búscame a medio soñar.

Se escucho la muerte de la colilla en el cenicero y los sorbos incómodos de labios cansados. El sol se filtraba entre las cortinas y daba una extraña textura a las piernas velludas de Germán, después de un rato soltó una carcajada acartonada y acaricio las ensombrecidas piernas de su compañera.

-Eres la mujer más agradable que conozco.-

-Debo ser la única mujer que conoces.- Su tono era opaco, fingió dormir pero la mano caliente de Germán buscaba una reacción en su entrepierna.

-Retrocede en tus impulsos, somos el obstáculo para que el otro sueñe o despierte, sabemos la verdad de nuestro infortunio, seguiremos en este cuarto, hasta que el tiempo se detenga, ese será nuestro infierno, una eternidad de sexo monótono, una eternidad de cerveza quemada, cigarros rancios y ácaros en la almohada. Retrocede tus impulsos porque yo consumí los míos. 

Germán selló sus labios para comenzar a abrir los de su compañera, ella termino su cerveza de un sorbo, aparto la mano de su compañero y en un movimiento se  balanceaba arriba de el, introduciendo su sexo.

Se follaron en silencios y rasguños, entre más se excitaban, el cigarro parecía resurgir de las cenizas, terminaron en sudor y alaridos, mientras la lata de cerveza se rellenaba, se enfriaba y cerraba en un acallado clic frente a un orgasmo teatralizado.