domingo, 10 de abril de 2011

Sinfonía nocturna

Corro, me escabuyo, me interno en los mas profundo de mi mente, la luz del cuarto me atraviezan las corneas, trazando el camino interno.

Suspiro imaginando que mi lengua se libera de prejucios, empuja palabras que dan las frases que inician la confesión que ahora desearía hacerte.

Estoy seco por fuera, por dentro el agua ahoga mi sentido común, los colores se mezclan a cada paso que doy hasta volverse una masa amorfa de miedos y soledades.

Miedo, si mucho miedo, la nuca se me eriza a cada oprtunidad de salir prefiero la oscura cueva a intentar salvarme de la soledad que implica esar ahí.

Frente al espejo desubro el parecido que tengo contigo, esos cachos colgantes que arrastran responsabilidades tan grandes, pero que me dejan siempre una ventana por la cual escapar, representan todo lo que detesto pero que no puedo dejar de ser, no me dejo... ser.

La  música aturde mis partes, me recuerda las posibilidades que deje atrás y  que ahora solo son  madejas empolvadas, debiles, putridas.

Al alba, justo cuando el frío atrae mas victimas, despierto ansioso que me lleve, pero no hay calor en mi, no hay que robar, solo espero entre sábanas de colores marrones, doy pequeños gritos, escucho como el frío se va bajando las escaleras, estremezco, me desmayo solo para despertar en la niebla de una realidad que me hacer vomitar por mañana.
Como quisiera gritarte esto, estamparte sobre la pared y ensuciar las paredes que con tanto ahinco redecoraste, estas justo enfrene, me sonríes, me ignoras, haces preguntas, esperas mi respuesta, sabes que te mentire. Un rito de ficciones que semana a semana nos obligas a llevar.

Quemandome los timpanos, la música reinica.

Complejo.

Me siento como una lesbiana cortada entre los brazos de un hombre que no me da nada o una heterosexual hipócrita y perdida entre pantaletas femeninas, me siento incompleta, compacta, arruinada.
Cuantas veces no escribí eso para mandártelo, cuantas veces no quise gritarlo justo cuando todos veían la tele o a mitad de clases mientras el profesor iniciaba un chiste seudointelectual, pero no, siempre lo guardo para mi, hasta ahora, espero.
Me excitó cuando estoy con hombres, me gusta besarlos, olerlos, tocarlos, me gusta gemir el orgasmo que invade mi cuerpo cuando me penetran sentirlo cerca, caliente, duro. Me gusta que terminen, que me abrasen dormir a su lado y respirar cerca, me gusta su cuerpo en fricción aveces fuerte, aveces suave, me gusta mirarlos y sonreír e imaginar las posibilidades de nuestros encuentro, pero...
¿Qué puedo decir de las mujeres? Mis experiencias son lejanas, difusas, ajenas en muchos niveles  y sobretodo fugaces, entre el suspiro del orgasmo  parpadeo para descubrir que acabo, mis ojos grabaron ningún recuerdo dentro del cerebro,mi boca seca entre gritos ahogados, la sensaciones que entraron por mis poros fueron contradicciones entre el tiempo y  placer, termine sola, con frío en una cama enorme o en un sillón o quizás entre otros cuerpos, pero sin un abrazo, sin fricciones que me marquen una sonrisa.
En las mujeres hay algo imantado que no deja que me aleje, solo pensar estar en la entre pierna de alguna, sentir los senos, mordisquear su cuello, saborear la piel, dejarme impregnar por el olor de sus besos, escuchar la música que sale de su disfrute, todo eso hace hablar a mi sexo, sus palabras siempre son las mismas, retumban dentro de mi: ¡Tómala! 
Disfruto estar con hombres, es cierto pero siempre hay un momento en la faena que mis ojos desvían la mirada del cuerpo ya este encima, abajo, atrás , alado, mis ojos lo desenfocan, lo atraviesan o lo evitan para sumirse entre una niebla espesa de pensamientos aleatorios, el resto de mi se convierte en un ser de respuestas autónomas u mecanizadas, regreso de ese coma poco a poco, para descubrir que los ojos de aquel ya están desorbitados y cansado, por mas que intento enfocarme hay un pensamiento que siempre distraerá el acto.
Posibilidades, se que hay muchas, pero la satisfacción consciente o subconsciente esta en contra de disfrutarlas todas, pero no me susurra la respuesta, ni da pista, frustrada seque  entre esa decisión sin tregua o equilibrio cualquier dirección que elija no estará acompañada por puntos suspensivos.