miércoles, 16 de octubre de 2013

Puentes distantes

De pie me miraba, con el sol en la cara la miraba. Nos mirábamos con recelo por el peso del silencio, mi mirada se posaba donde su piel se volvía cuenca, viendo de reojo su glóbulo ocular que se movía en círculos imperceptibles que seguían mis movimientos monótonos. Así estuvimos de pie y mirándonos. 

Los sonidos provenían de nuestro pasado cercano, ecos contextuales  que chocaban y nos envolvían.

Tenía recuerdos revoloteándome por el cabello, todos amontonados a nuestro alrededor pero no se atrevían a ponerse en medio de nosotras e interponerse en el puente invisible que nuestros ojos crearon donde las entradas y salidas se encontraban en las aberturas de iris.

De pie mirándonos, con las manos inquietas por no saber donde meterse, con las lenguas secas y los oídos sordos. Triste ventura de quien escribe su camino, más aún cuando tus decisiones te hacen situarte entre la prolongada incomodidad de no saber palabras en común, de fingir entender. Con el puente roto pero con las pupilas unidas finalmente, siempre unidas, de pie y mirándose.

Esperando siempre, el que alguna de las partes decidan moverse.

jueves, 27 de junio de 2013

Demasiado viejo para volver

Tengo entre diez y quince minutos de anticipación, cruzamos las facultades, sin hablar mucho.Tanta gente en las aceras universitarias, recuerdos acumulados me hacen cosquillas en la nuca.

Caminando entre los coches del estacionamiento, acercándome hacia el imponente edificio, las miradas comienzan a caer sobre mí, mi acompañante me aconseja caminar rápido o no tardarán en acosarme los pasantes. Algunos aventureros deciden abordarme, atento los escucho, declinando amablemente cualquier invitación de cualquier índole, les doy un apretón de mano invitándolos rápidamente, antes de que otros se acerquen y me retrasen más.

Faltando diez minutos para el cambio de clases, disfruto el camino despejado, mirando a los pequeños grupos de jóvenes en ardientes discusiones, entre cigarrillos y cafés. Mi compañero me dirige aunque pronto se da cuenta que sé la ruta mejor que él.

Llegando al salón de actos, un selecto grupo me aborda, deshacerme de ellos no se resolverá con un apretón de manos. Una persona con cara de burócrata me aborda, los demás se apartan por respeto y sobre todo porque el café y las galletas llegaron. La mujer sin muchos rodeos diplomáticos (aunque si muy adornados)me ofrece trabajo incluyendo oficina con vista al campus, desvío la respuesta deseando que no vuelva a surgir una proposición parecida, no de ella al menos.

A mitad de la conferencia, después de mi intervención, caigo en cuenta del mínimo público, probablemente los pasantes se quedan en la entrada, cazando. Pocas preguntas y muchos moños, qué fastidio.

Después de las fotos, salimos al jardín donde un té negro, tres cigarros y cientos de palabras pretenciosas hacen perdurar mi hastío. Cuando el grupo deja su morboso interés en mi, una  joven me da una agradable conversación, su interés laboral apenas se deja notar, intercambiamos correos y ella comienza hablar de grupos en tal y colectivos en cual, ese es mi oportunidad para retirarme.

Salgo de la facultad, pocas miradas me siguen, recuerdos acumulados me hacen cosquillas en la nuca.



miércoles, 5 de junio de 2013

Minuto 22

Cada año, ya sea antes o después, me da por escribir; esa fatal necesidad de catarsis al sopesar el tiempo transcurrido, notar las transformaciones y las permanencias.
Cae sobre mi espalda una alegre normalidad, un peso placentero al verme con la maldición de tener en la comisura de los labios una sonrisa y en la lengua un sabor diferente picante y agridulce.
Un año universitario de regularidades académicas y una creciente comodidad ingenua entre una comunidad que me sorprende en cada ocasión, revalorar las aulas, reencontrarse con las islas, disfrutar de la soledad bibliotecaria, encontrarse con el subcontinente que no conozco en persona,  caminar con mis crisis sin hundirme en ellas...dejar los puntos -aunque sean "y seguido"- acostumbrares a las comas y dos puntos.
Atreverse y fracasar me dio fantásticas consecuencias, conocer sobre mis sentidos el mundo fue más divertido que en la infancia, según el cliché.
Amistades se pusieron aprueba: unas fracasaron, algunas quedan en el recuerdo, otras son duras de roer: la silla no perdura si una pata se afloja. A veces es mejor una plática de cinco minutos que una relación de años, puede ser más cierta. Me di cuenta que soy capaz de dejar lo más valioso aunque duela, todo sea por caminar ligero pero siempre estará aquella amistad que muta, que enoja, que sonroja y que alegra -nunca dejarla ir-. Filomena se fue y la extraño, estrella fugaz con escamas.
La carne caliente aburre, decidí pasar hambre aunque la tentación terminaba por convencerme de dar un mordisco. Hubo un menú que rechacé y ahora pienso que me tardare en probar. Intente en rutas posibles que por caminar lento se llenaron de matorrales, mejor dar la vuelta antes de perderse, dicen por ahí-digo por aquí-.

Los chinos asimétricos se fueron, deje de ser objeto, soy sujeto de cabello corto e ideas largas, eso quiero suponer.

Los miedos siguen ahí, esperando aparecer cuando bajen mis defensas, aún no puedo dormir por las noches y las pesadillas aumentan, las arrugas aguardan - la primera cana fue descubierta-. La incertidumbre se convirtió en herramienta, la culpa empuje y la falta de aliento repentina un motivo, la admiración apareció en el corazón, el hígado esta aguantando y los pulmones aguantan otra fumada.
Algo que parecía pasajero rompió su boleto de regreso, se estableció y germinó, no sé para donde crezca, veo miradas sorprendidas porque aún no escapo, otras asumen y suspiran, a la mayoría le es indiferente, yo sigo en la audición para quedarme en el dúo.
Terror a enfrentarse a lo que más se quiere, cuando uno pronuncia las palabras que la definen, es posible que las miradas cambien y dos pares de ojos ignorantes se encuentran en la lista y yo sin poder hablar de lo que algunos sospechan.
Un pequeño recordatorio me devolvió de golpe a lo que tanto temí hace dos años, lo que me estampo la cara en el pavimento, a lo que tanto culpo de mis errores, una última (espero) advertencia, no sólo para mi. Deseo no volver a los pasillos desinfectados llenos de bacterias ajenas.

Llorar, gritar, estornudar, escuchar, levantar la mano, susurrar, suspirar, cerrar los ojos, decepcionarse, discutir, acariciar, insultar, insinuar, sudar, tragar, bostezar, cargar, menstruar, soñar, despertar...mi cuerpo sigue el camino, yo le indico las vueltas.

Un año que se vislumbraba bueno, terminó con mejores augurios, pese a que muchos días me sentía cayendo en la interminable madriguera del conejo blanco, por ahora me encuentro en el jardín de la reina, disfrutando de las rosas pintadas y me quedare ahí el tiempo que pueda, antes que me corten la cabeza.
  

jueves, 28 de marzo de 2013

Mi ...

Fuiste mi sorpresa desesperada, llegaste sin que lo pidiera, te instalaste sin una invitación. No, no lo pedí, no lo deseaba, fuiste a donde nadie quiere llegar, te quedaste aunque yo te mostré la ruta de salida. [siempre pude encaminarte, tampoco quería que te fueras]
Es fácil, no. Es cómodo, no ¿qué es? No sé.

Eres mi no sé, eres mis tres puntos suspensivos. Escucho ecos diciendo que eres lo mejor que me ha pasado, yo apenas lo estoy (com)probando. Qué no te deje ir, qué me quede a tu lado hasta que las raíces se pudran, basura.

Siento que sigo patrones, que viviré de nuevo como verdugo y algunos ecos te lo reafirman. Ellos saben de mi lo que saben de si mismos, pero prefieren definirme antes de verse en un espejo, palabras huecas para una piel sin carne.

Estas donde nadie quiso quedarse, donde el aire frío se cuela por los intestinos, donde la humedad se queda en los rincones, donde los codos se resecan y las llagas se expanden. No sé si estas cómoda, pero te instalaste: tu cepillo a lado de mi pasta.

Tengo mucho que ofrecerte, tengo mucho por compartirte, que lo quieras o necesites no es mi problema. Mentira, es mi problema. Al decidir quedarte, obtuve la obligación de cuidarte y me reviviste mi gran advertencia: todo lo que toco perece o al menos queda mal herida o al menos le quitó las ganas.

[Te quiero, no lo digo, no lo expreso pero lo siento. Tengo miedo porque al escribirlo ya lo dudo, no sé si lo primero o lo segundo o lo tercero. Mejor borrarlo, mejor dejarlo, mejor ignóralo.]

Como lees, soy un caos; como vez mis entrañas son puré; como sientes, me estoy renovando.
Entrégame una pequeña muerte, dame una razón para irme, para querer correr y verte de lejos, que den tan cerca todo parece grotesco, que de tan cerca no te encuentro.

No es cómodo, no es seguro, no es diferente, no se parece. Pero me quedo, esperando mi periscopio, esperando la tonada correcta, esperando que no leas y si lo haces, que sigas quedándote.
-Eterna crisis solucionada en principio y en final.

miércoles, 16 de enero de 2013

Ya no puede caminar, ya no puede caminar.

Escuche sus pasos mucho antes de que él se pudiera percatar de mi presencia. Lo vi en todo su esplendor, la luz que se filtraba por la ventana más cercana, le daba dureza a sus facciones, le engrosaba los labios y el brillo extra en sus ojos le daban una artificial atracción.

Estaba ahí parado, en el marco de la puerta, mirándome sin mirar, sentí una repentina necesidad por acercarme, por mostrarme desnuda ante él, pero el temor a lo desconocido me inmovilizo las piernas, me quede ahí, mirándolo con su sin mirar, un infinito cruce de miradas, esperando a que llegue el mensaje, cualquiera que sea.

El mensaje no llego, se metió en la habitación con una naturalidad acartonada, deshojo las ropas de su cuerpo con movimientos de reflejo, los dos estábamos en la misma habitación desnudos, mis muslos pedían abrirse a él, la sangre viajo de manera agolpada por mis venas, calentándome, a punto de ebullición.

Él notó el cambio de temperatura, sintiéndose más cómodo por aquella habitación abandonada. Lo vi caminar, balanceando su miembro, marcándole ritmo a mi corazón. De algún cajón, saco una toalla y entro al baño, dejo la puerta abierta para mi, quise pensar.

Camine en círculos, saboree el aroma de su ropa. Imagine que me acariciaba como a tantos otros que pasaron por cada rincón de su casa, imaginaba que me quería en sus bra..que me quería.

Me encontró acurrucada entre sus ropas, mire su sorpresa, su ira y su desprecio, sentí su violento caminar, lo sentí así, entre sus ropas.

El amor es de cualquiera, no de todos.

domingo, 6 de enero de 2013

Ojos que no ven, corazón que no siente

El día se vislumbraba nublado, por más que el sol luchara contra las pesadas nubes grises que se movían a parsimoniosamente en el cielo.

Isabel pasaba por una lavandería industrial, viendo hacia el cielo, con lavadoras pesadas exprimiendo toneladas de telas gruesas, con su exprimir y lavar como marco para sus oídos. Isabel tenía una fobia: el temor a que extraños la miraran a los ojos, por eso llevaba unas gafas oscuras a cualquier lado que fuera, intentaba salir siempre de día para no causar sospechas y si por alguna razón pisaba la calle de noche, fingía dolor de cabeza o se excusaba con alguna enfermedad de nombre ingenioso que causará malestar a quien le preguntara.

Siempre buscó trabajos en casa, donde pudiera desvestir su mirada. Vivía sola desde hace ocho meses, en un departamento amplio, donde la luz entraba sin reparo a cualquier rincón. Antes de esos ocho meses tuvo una pareja por dos años, la cual nunca estuvo de acuerdo con que no intentará tratar su fobia con algún especialista.

Jonas amaba a Isabel, amaba ser la única persona que la podía mirar a los ojos, mirarla por largas horas, sin que ella intentará buscar algo que impidiera el contacto cornea a cornea. Cuando estaban en casa buscaba incesantemente la mirada de Isabel y cuando estaban el calle le excitaba mentirle a extraños sobre la grave situación de su pareja o buscar entre la muchedumbre muchachas parecidas a Isabel y corroborar que ninguna tenía sus ojos o su mirar. Algunas peleas eran sobre el sexo, Isabel siempre cerraba los ojos al momento de llegar al orgasmo, lo que le impedía a Jonas ver sus pupilas dilatadas por el placer y le gritaba que era el único secreto entre los dos. Isabel incomoda buscaba sus lentes entre la riña, lo que hacia ganar cada batalla pues Jonas moriría si le perdiera la confianza visual que con tanto ahínco construyo.

Isabel disfrutaba ser observada por Jonas, que le hacía cosquillas sin tacto, que la entendía y que la mimaba comprándole unos lentes nuevos por semana, le encantaba que le siguiera el juego de mentirle a los demás, le encantaba entregarle sus ojos por entero, lo amaba...lo ama.

Jonas se fue una mañana, mientras Isabel dormía, saco sus pertenencias en una pequeña maleta anaranjada y dejo una nota en la mesita de la sala de estar, explicando que hace unas noches, cuando Isabel accedió y logró mantener abiertos los ojos durante el orgasmo, Jonas descubrió que su mirar era superficial, se encontró con una mujer frágil, enferma e insegura, se cansó de mentir y se cansó de buscarle las pupilas, de buscarse en ellas, de buscar acciones que le demostrarán que Isabel era feliz a su lado, se despidió, diciendo: "Ahora en adelante ya no buscare miradas, buscare sonidos y caricias. Te deseo encontrar a aquel o aquella que sea par en tu reflejo, no le temas a los ojos del mundo Isabel, pues no importa cuanto te cubras, el te desnuda la mirada.Hasta nunca niña de mis ojos".

Isabel comenzó a llorar y no paró por varias horas, la luz de la casa le pareció incómoda y comenzó a usar lentes todo el tiempo, afuera y adentro, sin Jonas la casa le parecía asquerosa, cada rincón le recordaba a él, a él buscando su mirar y ella feliz ocultándose, jugando a no verlo y observarlo con las manos, con los labios y con el recuerdo. No tuvo más que hacer y a las dos semanas regateó la casa, tomo un camión y busco otro lugar al cual no mirar.

Ahora esta sola, frente al computador, terminando su reporte atrasado, ahora estaba sola, esperando un paquete, estuvo sola por tres días más, hasta que el cartero tocó a su puerta avisándole que había llegado lo tan ansiado. Sostuvo la caja con miedo, cerró la puerta de su departamento, dejo sus lentes, se sentó de frente para abrir el paquete, dejando en el piso cachos desgarrados de carón pintado, unicel y plástico burbuja.

Comenzó a llorar, sonrió y se reflejó su felicidad en el espejo, lo abrazo pensando en Jonas, deseando que volviera y la viera, la viera de nuevo como ella ve su reflejo, deseó que el espejo no fuera tan frío y deseo que sus lágrimas limpiarán sus tristezas. Colgó el espejo en medio del comedor, en un pilar que sostenía la estructura edificada, lo colgó y se miró, se miró pensando que no se merecía esos ojos, se miró y sonrió. Decidió sacarse los ojos y mandárselos a Jonas, pues siempre le pertenecieron, se miró y sonrió, sabiendo que nunca haría tal cosa, que sus ojos es lo único que le recuerdan a él.

El sol, afuera, le estaba ganando la batalla a las nubes.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Un ojo entre las cortinas

Las casas se construyen de una manera específica. De niña me imaginaba que las casas se encontraban de lado, así en vez del zaguán o la puerta, veíamos el techo y el patio de todas las casas, obviamente la imaginación le ganaba a cualquier ley de física...

Una casa normal, con un zaguán negro al frente que impedía a cualquier ojo ver el patio, una casa al centro de la calle, las casas que la rodeaban se encontraban adornadas; el día de la independencia se acercaba y todos se sentían unidos a un sentimiento no muy homogéneo. La casa al centro de la calle, contaba con una bandera escuálida  vieja y tristona en el techo, "la de toda la vida" cuchicheaban algunas vecinas al pasar.

Sus habitantes eran los fantasmas de una familia que pudo ser feliz y que ahora se conforman con quererse por convivencia. Se aparecían de noche, las luces de la casa permanecían prendidas hasta largas horas de la madrugada pues el sueño rara vez llegaba a tiempo, aunque al despuntar el día todos los integrantes se marchaban. Nadie sabía que pasaba en esa casa aunque no era una intriga constante; a cada vecino le surgía la duda cuando pasaban por aquel zaguán negro, olvidándose de todo aquello al dejarla atrás. Una pequeña duda morbosa que nunca invadió una conversación o reflexión alguna.

Así pues, los vecinos no metían sus narices en la vida de los habitantes del zaguán negro y ellos en aparente agradecimiento pasaban indiferentes a su lado, sin causar mayor estupor más que un "buenas noche, hola que tal" o una sonrisa sin miradas cuando se encontraban en la tienda o el mercado.

Una noche, se escuchó mucho movimiento, uno de los vecinos de la casa contigua y con acceso privilegiado a la vista interior de la casa, husmeó entre las cortinas -pensaba que todo era más interesante que ver a su hijo jugando vídeo juegos o a su esposa probándose un vestido dos tallas más chico-. Ya instalado observó que todas las luces estaban prendidas pero las sombras se concentraban en un cuarto de la sala de abajo, clavo su cara al vidrio para poder obtener una vista más cercana, forcejeo con sus ojos para que lograran traducir el contoneo de sombras.

Después de algunos minutos, el vecino pretendía el interés curioso, aburrido por no ver nada y sintiendo un poco de vergüenza ante su acto infantil, separó su nariz del vidrio calentado por su piel, cerro bien la cortina, pensando que con ese acto daría por terminado su pasatiempo. Quito de una orden a su hijo del sofá comprado a meses sin intereses y prendiendo su pantalla plana comprada en el "buen fin" del año pasado, con la intensión de olvidar cualquier cosa de la casa con zaguán negro.

Una lastima que el vecino desistiera pues una de las sombras que observaba salió al patio, caminando a tropiezos, dejando un camino de vomito hasta hacer una aparatosa caída, golpeando su cabeza en el piso de cemento. En ese momento las luces de abajo se apagaron al mismo tiempo. De la puerta de la cocina salió un perro mediando que fue directo al cuerpo, olfateándolo con ansiedad para después comer los rastros de comida adicionada con ácidos gastricos, que el joven cuerpo había dejado tras de sí.

Ahora me alegra que los patios no se vean de frente.