miércoles, 16 de octubre de 2013

Puentes distantes

De pie me miraba, con el sol en la cara la miraba. Nos mirábamos con recelo por el peso del silencio, mi mirada se posaba donde su piel se volvía cuenca, viendo de reojo su glóbulo ocular que se movía en círculos imperceptibles que seguían mis movimientos monótonos. Así estuvimos de pie y mirándonos. 

Los sonidos provenían de nuestro pasado cercano, ecos contextuales  que chocaban y nos envolvían.

Tenía recuerdos revoloteándome por el cabello, todos amontonados a nuestro alrededor pero no se atrevían a ponerse en medio de nosotras e interponerse en el puente invisible que nuestros ojos crearon donde las entradas y salidas se encontraban en las aberturas de iris.

De pie mirándonos, con las manos inquietas por no saber donde meterse, con las lenguas secas y los oídos sordos. Triste ventura de quien escribe su camino, más aún cuando tus decisiones te hacen situarte entre la prolongada incomodidad de no saber palabras en común, de fingir entender. Con el puente roto pero con las pupilas unidas finalmente, siempre unidas, de pie y mirándose.

Esperando siempre, el que alguna de las partes decidan moverse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario