viernes, 28 de octubre de 2011

Nunca.

He visto muchas vaginas, ellas vienen y se postran ante mí, abren sus piernas sin siquiera insinuarme, quizás habrá muchos y muchas que me envidien.
Tuve mujeres: altas, morenas, delgadas, sin cintura, con piernas flácidas, rubias, con labios carnosos, con estrías, con varices, con moretones, tatuadas, velludas etc. Cada una con su encanto, cada una con preocupaciones. Sus vaginas revelaban más de lo que ellas quisieran admitir, cavernas individuales, húmedas, labiosas, algunas con lunares, con perforaciones, otras desarropas por un laser, la mayoría con una corona de vello que enmarcaba su lindo sexo.
La mayoría muestran vergüenza, se niegan a ser vistas tan descaradamente, yo les doy confianza y con manos cálidas les separo las piernas, me limpio con esmero, porque estaré dentro.
Hubo pocas experiencias malas; olores mezclados con mugre, sexos invadidos por los hongos, hinchados por el dolor, amoratados y sangrantes, pasadas relaciones violentas, quizás futuras. Cuando la caverna se abre, mi nariz  recibía un golpe: feromonas la envuelven, piel oscurecida por la delicia, un aroma acido que recuerda que adentro hay más.
Nunca me imaginaría como lesbiana.
A lo largo de mi vida, hubo varias mujeres que me atrajeron, muchas, pero jamás me plantee y menos ahora.
Lo bueno no dura, al final la vista se cansa y las manos se vuelven rasposas entre tanta humedad. El olor que emanan ya me es indiferente… termino solo siendo labios grises y olor a pescado.


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