Existe un ser que incuba en algunos cuerpos, tal vez en
todos, quizás en ninguno.
Dicen que al romper la semilla, se incrusta en el sistema
nervioso, creciendo y rodeando cada vertebra. No causa algún signo de dolor, un
huésped invisible que al principio se alimenta de tus fluidos, de tu carne, de tus
huesos, de cada célula, después…
Crece, se va desarrollando, aumenta de tamaño según la
temporada, según tu contexto, pueden pasar años, meses, días, minutos o
segundos para que logre su tamaño adulto. Cuando despierta es imparable, un tentáculo
ramificado sale por tus oídos, absorbiendo para si cada onda sonora, otro tentáculo
sube por tu tráquea se acomoda entre tus cuerdas vocales para llegar a tu boca se
enrolla entre tus dientes y endurece tus labios, la voz se vuelve hueca.
Viaja por tus venas hacia cada rincón de tu cuerpo, se hace
resistente a cualquier químico, a cualquier droga. Al llegar al cerebro se
adelgaza, pequeñas fibras decodifican
tus neuronas, a la espera de tu pensamiento, a la señal eléctrica correcta para
inflamar. Corrompe la mitosis a su conveniencia, hasta hacer bailar a tu
conciencia.
Cuando ya es dueño de ti, tu comportamiento es sospechosamente normal, cada movimiento es una
copia exacta a la que harías, cada letra escrita sobre papel conglomeran una
letra parecida a la tuya, cada tecleo en la computadora se escucha echa por tus
dedos, cada decisión lleva tú nombre falso, hasta que…
Se alimenta con tu primer orgasmo, las caricias lo
fortalecen, te empuja a querer, hace que tu corazón lleve más sangre, segrega
endorfinas y genera mariposas digestivas, seca al huésped ajeno, el cuerpo no
le basta, lo desecha para buscar a otros, así hasta descubrir que las palabras
son un alimento más satisfactorio, retumban, cada ramificación viscosa, te estimula
a buscar nuevas palabras conglomeradas
en frases, entre más sinceras, mejor, la adulación la enferma.
Cuando se enfrentan dos seres en diferentes cuerpos, una
batalla inicia, el que gane absorberá todo lo que lleva, dejara enflaquecido a la servil ponzoña y la derrota se hará depresión en el cuerpo cautivo.
Te automatiza para que creas ser, el que no decide hacerlo, para victimizarte, aunque la
culpa es su mejor alimento, nunca desprecia la oportunidad de la delicia del
autoengaño.
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